domingo, 11 de mayo de 2008

Miguel Delibes



Miguel Delibes, escritor

por Juan Cruz


No tengo tiempo de leer novelas. Prefiero los ensayos, los relatos cortos, los reportajes, las entrevistas,.... aquello que puedo leer entre horas y que no tenga mucha continuidad. Esto es para pedir disculpas por no haber leído ni un libro de Miguel Delibes. Siempre me pareció un hombre triste, adusto,... pero en esta entrevista comprendo porqué. Bueno, si que “conozco” su obra por la versión en cine de “Cinco horas con Mario” o "Los santos inocentes". ¿Quedo disculpado?


“¿Cambia Dios o cambian los creyentes su concepto de Dios? A un jesuita no le gustó nada cuando le dije que echaba en falta mi ciega fe de niño. El prefería una fe más razonada y adulta. Mi opinión es que en ese punto no nos da para elegir. El ateo listo no menciona Dios apenas, pero cuando lo hace es con un sutilísimo deje de superioridad, algo así como el del españolísimo desplante del Rey a Chávez, que me hizo reir tanto”.


“... El estado de la felicidad no existe en el hombre. Existen atisbos, instantes, aproximaciones, pero la felicidad termina en el momento en que empieza a manifestarse. Nunca llega a ser una situación continuada. Cuando no tienes nada, necesitas; cuando tienes algo, temes. Siempre es así. Total, que nunca se consigue”.


El amor llega a ser una costumbre y no reparamos en sus efectos. Por eso yo lamentaba no haberle dicho a tiempo (a su mujer) cuánto la amaba y cuánto la necesitaba. Era un sentimiento de pérdida tan hondo que no me consolaba de haberlo silenciado”.

Su mujer, Angeles, falleció en 1974. Después de su muerte Delibes pasó por un periodo de profundo vacío personal y profesional.


Pesimista fue siempre: sobre la Tierra, sobre la naturaleza. ¿Se muere la Tierra, o simplemente está herida.

“Desgraciadamente, herida de gravedad. Su destino no podemos preverlo. Creo que aún está en nuestras manos salvarla, pero ¿nos vamos a poner de acuerdo para hacerlo? Estamos tan bien instalados en la abundancia que no es fácil convencer al vecino de que se sacrifique seriamente para impedir el calentamiento del planeta y hacerlo invisible para millones de personas. El momento es crucial para que el hombre dé la medida de su sensibilidad”.


Y tremenda visión de este momento concreto de su vida: “Se me acabó el tiempo... ya nunca me verás mejor que ahora”.

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